El eclepticismo no se trataría propiamente de un estilo ya que carece unas pautas claras como las que si aparecen en otras corrientes y, sin embargo, tiene una capacidad única para evolucionar con el paso de los años. El motivo no es otro que esta corriente tiene como seña de identidad el empleo de elementos de todas las demás en una combinatoria variable en función del efecto que para cada estancia se desee conseguir.

El eclepticismo es una invitación a jugar con formas, objetos y elementos diferentes, elementos que pueden tener un sentido completamente diferente pero que alcanzan en la composición un nuevo valor y significado con una o varias lecturas, pero con un sentido y que pretenden ser fiel reflejo de la personalidad de quien va a habitar y a vivir el espacio.

Todo esto hace de este estilo uno diferente para cada persona y situación, pudiéndose emplear cualquier paleta de colores, texturas y formas, dando en consecuencia una libertad absoluta para definir los espacios. Sin embargo es en esta ausencia de reglas donde radica su mayor dificultad pues fácilmente una composición realizada por una persona que carezca de la formación, conocimientos o intuición artística puede dar lugar a una acumulación de objetos sin sentido generando un espacio caótico.

Se trata por tanto, como sucedería con cualquier otra expresión artística, que el resultado de la libertad compositiva puede dar lugar a resultados de muy distinto valor en función de la persona que realice dicha composición, siendo especialmente importante contar con profesionales.